Me llamo Manu y soy Psicólogo.
Antes de estar a este lado de la sesión, estuve en el otro, como paciente. De hecho gran parte de mi vida no fui psicólogo. Tuve distintos negocios y sin irme mal, nunca tuve la sensación de estar haciendo algo que realmente me llenara. Así que decidí hacerme abogado…
Un día preparaba un examen de derecho romano en la biblioteca de la facultad, y un tipo que estaba en la misma mesa junto a mí, me dijo entre susurros:
-Oye, ¿repasamos juntos?
Al principio no supe muy bien que responder, aunque al final dije…
-Bueno (en esa época era bastante parco en palabras).
El tipo en cuestión estudiaba psicología y mientras le preguntaba pude comprobar que lo que él estudiaba me gustaba mil veces más que lo mío. Tanto que al poco me cambié de carrera. (Que los licenciados y estudiantes de derecho no se lo tomen a mal, no era lo mío).
Pero vamos a retomar la parte en la que te contaba que mi primer contacto con la psicología fue como paciente…
Bueno, antes te voy a contar que en mi infancia era un niño normal aunque algo obsesionado con los triciclos, las motos y todo lo que tuviese ruedas. Y te cuento esto, porque existe la creencia de que solo las personas con infancias difíciles son las únicas que tienen problemas emocionales, y no es así…
El caso es que durante una etapa de mi vida y sin motivo aparente me sentía casi siempre triste, solo o con ansiedad.
No voy a entrar en demasiados detalles pues en este espacio se supone que me debo vender, pero gracias primero a la terapia y después a la carrera descubrí lo importante que es el equilibrio emocional. Y lo que más miedo me dio, es que hasta ese momento jamás había reparado en ello. ¿Pero cómo se consigue?
Siempre pensé que la calma emocional venía de serie en ciertas personas. Que era una especie de don que tienen algunos afortunados para afrontar los problemas, para socializar, para positivizar los eventos desagradables, para gestionar la frustración… Y el resto no teníamos ese don y vivíamos como buenamente podíamos.
Pero descubrí que no, que no siempre es así…
Es cierto que hay personas que nacen con cierta predisposición para determinadas cosas, pero esa ventaja, si no la trabajas acaba desapareciendo.
¿Y entonces esas personas que sin ir a terapia son capaces de gestionar la frustración, no procrastinan y afrontan la vida con solvencia?
Con toda seguridad esas personas han aprendido de alguien. Pueden ser sus padres, un profesor, un vecino, un amigo, alguien a quien admiraban… Alguien con esas habilidades les despertó la necesidad de parecerse a ellos. Y esto no les resta mérito, al contrario, pero sí nos hace entender que no necesitamos una condición genética especial ni un don para poder encontrar nuestra mejor versión.
Y de esto va en realidad la terapia. De auto conocerse primero y de alcanzar tu mejor versión.
Y me da pánico hablar de “mejor versión” porque por culpa de algunos gurús del desarrollo personal, de los positivistas, buenrollistas y demás influencers, parece que para ser la mejor versión de uno mismo hay que ir siempre con una sonrisa en la boca, no quejarse ante nada y vivir cada día montado en una piragua o saltando en paracaídas. Y a mí eso me parece una verdadera mierda, por eso prefiero llamarlo VERSION ZETA que no es más que una versión de ti mismo, que asume que no eres perfecto, que los problemas te los vas a seguir encontrando en cada esquina y que no vas a conseguir todo a la primera. Pero que nada de eso te tiene que hundir. Y que habrá días que tengas que permitirte llorar y otros descansar y no por eso eres un flojo ni un pusilánime ni un pringao.
Pero para alcanzar tu Versión Zeta hay que hacer cosas. No basta con ir a terapia, hay que tomar decisiones y llevar a cabo acciones. Y es que por mucha terapia que hagamos, “no esperes resultados diferentes si siempre haces lo mismo”.
Así que el plan es que utilicemos las sesiones para cortar el problema en rodajas muy finas para conocer su raíz en profundidad. Y cuando ya tengamos claro qué te ocurre y por qué te ocurre, entonces diseñaremos una estrategia para que puedas afrontarlo con solvencia.
Y esto es a lo que me dedico ahora. A conocer a las personas, a cortar sus miedos en rodajas y a enseñarles que hasta el miedo más cabrón se rinde ante una buena estrategia.
Por cierto, las gafas de las fotos solo las llevo en las fotos y para leer y mis sesiones duran al menos 75 minutos.
Y como imagino que llegados a este punto, te preguntarás cuanto te va a costar… Entra aquí
Tras graduarme en psicología y hacer el máster general sanitario descubrí que ese era solo el principio del camino. Desde entonces no he parado de formarme para poner a tu disposición la mayor cantidad de recursos posibles.
Y aunque no soy partidario de poner etiquetas, si tuviese que usar una para mi enfoque terapéutico sería modelo integrador.
En este viaje juntos utilizaremos recursos de la terapia focalizada en la emoción (TFE), de la terapia sistémica, de la cognitivo conductual, de la terapia Humanista, del EMDR y de todo aquello que pueda ser útil para alcanzar tus objetivos.
En 2023 comencé formación en Terapia Icónica de la mano de sus creadoras: Soledad Santiago y Silvia Hurtado.